«Maldito San Fermín» y más

«Maldito San Fermín» y más
julio 13, 2008 No Comments Actualidad,Opinión ekimena

Dos artículos del periodista Javier Ortiz en torno a los Sanfermines del 78.

«Maldito San Fermín» y «La cadena del crímen«.

MALDITO SAN FERMÍN
Javierortiz.net (7 de julio de 2008).

Hay tres cosas que desde muy lejanos tiempos hago todos los años por estas fechas: mostrar mi oposición a la fiesta nacional, criticar el espectáculo de las carreras matutinas por las calles de Pamplona y recordar el asesinato de Germán Rodríguez, que murió baleado ahora hace justo 30 años a manos de la Policía que comandaba Rodolfo Martín Villa, entonces jefe de la represión franquista y en la actualidad presidente de Sogecable. Sus esbirros entraron en la plaza de toros de Pamplona a tiro limpio y provocaron casi un centenar de heridos.

De mi recuerdo hacia Germán, militante de la LKI, no tengo por qué dar explicaciones: se explica solo. Forma parte de una lista que llevo escrita a sangre y fuego en la memoria: Jesús Mari García Ripalda, Miquel Grau, Aniano Jiménez, Ricardo García Pellejero… Muertos de mi propia biografía, sectaria, y a mucha honra. Todos asesinados con cobertura gubernamental.

Confío en que la buena gente de Pamplona, que es mucha, rendirá también este año el debido homenaje a Germán Rodríguez.

Algo me dice que no lo retransmitirá Canal +.

(Aparecido en Público)

LA CADENA DEL CRÍMEN
Javierortiz.net (11 de julio de 2008)

A quienes no conozcan los hechos a los que se refiere esta columna de opinión o no los recuerden bien, les recomiendo la lectura del reportaje de Noticias de Gipuzkoa al que sirve de apoyo.

La Comisión Ciudadana que formaron en 1978 la mayoría de los partidos políticos, sindicatos y organizaciones sociales para investigar el asesinato de Joseba Barandiaran en la cuesta de Aldapeta llegó a una conclusión muy clara, respaldada por numerosas fotografías y testimonios directos: Joseba cayó abatido por un disparo efectuado por un gris (miembro de la Policía Armada). Lo que no pudo determinarse es si el policía disparó por propia iniciativa o si recibió órdenes y, en tal caso, quién las dio: si el mando de su compañía, si el comandante de la Policía Armada, Antón, si el gobernador civil de Gipuzkoa, Antonio Oyarzábal, o si alguien situado en un cargo superior.

En realidad, da lo mismo. Porque, si el policía disparó y mató, fue porque sabía, por numerosas y muy cercanas experiencias, que se podía disparar a matar contra los manifestantes y que eso no acarreaba ninguna responsabilidad. Nunca se abría ninguna investigación interna, las diligencias judiciales eran siempre papel mojado y las autoridades políticas, cuando aparecían en público, era para echar la culpa de lo sucedido a los propios revoltosos.

De modo que, fuera quien fuera el autor material del homicidio, hay que concluir que la culpa de éste y de tantos otros crímenes cometidos por las fuerzas policiales en aquellos años debe ser achacada a toda la cadena del poder del Estado, que actuaba sistemáticamente o bien como instigadora, o bien como colaboradora necesaria, o bien, en el más leve de los casos, como encubridora.

Algunos solemos insistir en que el ministro del Interior era a la sazón Rodolfo Martín Villa, actual presidente de Sogecable. Pero quizá no esté de más recordar que ni uno solo de los integrantes del Gobierno de entonces, presidido por Adolfo Suárez, levantó nunca la voz en contra de tan alevosos asesinatos. Eran ministros de aquel Gobierno Francisco Fernández-Ordóñez, Marcelino Oreja, Joaquín Garrigues Walker y algunos más «demócratas de toda la vida».

Hay quien justifica todo aquello apelando a «los momentos difíciles de la Transición». Pero no aciertan a explicar cómo pudo ser que la Revolución portuguesa, que cortó por lo sano con el régimen fascista anterior, se llevó a cabo sin ocasionar ninguna víctima mortal, en tanto que nuestra «ejemplar Transición» las provocó a puñados. La razón, sin embargo, es muy sencilla: en Portugal desalojaron a los fascistas del poder sin miramientos; en España, fueron los propios franquistas los encargados de montar el régimen parlamentario.

(Aparecido en Noticias de Gipuzkoa)

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